1 de septiembre de 2014

Verdadero yo.

Su rostro demacrado mostraba señales de todo aquello que había pasado cuando aún era joven. Un tiempo que se planteaba lejano,  pero que no debía haber tenido lugar demasiado tiempo atrás.  Conocido de sobra era que las apariencias engañan y aquella mujer, delgada, arrugada por la experiencia o tal vez el sufrimiento,  no superaba los 35 años; eso sí,  había vivido más que ninguno, sobre todo que cualquiera de los allí presentes. Nadie se atrevió a preguntar nada. Un simple gesto podía ser considerado como una grave falta de educación o, tal vez,  como una amenaza. No les convenía incumplir las órdenes que se les había encomendado desde arriba, pero todos sentían curiosidad por esa mujer, por sus costumbres, su forma, su vida... Todo esto era diferente. Él no pudo dejar de preguntar, quizás el más joven, el más inexperto, el más curioso... 

-¿Quién eres?

-Soy aquella persona que me hicieron, una mezcla entre genes y comportamiento.-La mujer no dudó un segundo, no era la primera vez que se enfrentaba a la pregunta y sabía que su respuesta sería su pase de libertad, nadie llegaba a soportarla.- Supongo que soy aquella persona que los demás me han ido haciendo, una mezcla de experiencias y sensibilidad, alguien que nadie, ni yo misma, entiendo. Eso es, en definitiva, ser persona.


La respuesta surtió el efecto necesario, la liberaron y otra cicatriz se unió a sus experiencias, nadie soportaba el dolor de las palabras, todavía no había nadie verdaderamente capaz de enfrentarse a uno mismo, de saber lo que era.

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