7 de noviembre de 2016

Te doy la oportunidad



Te doy la oportunidad de venirte conmigo y despistarnos juntos. Te doy la oportunidad de que te dejes querer, de que vuelvas a reír y de reírte de mí cada vez que, dando rienda suelta a mi torpeza, me tropiece con el adoquín inexistente de la calle que me hace poner cara de susto, esa de la que tantas veces te burlas. Te doy la oportunidad de pasear de la mano por Gran Vía y de que veas que Madrid no es tan malo como crees si es de la mano de alguien a quien quieres, sobre todo porque entre beso y beso te pierdes. Te doy la oportunidad de que te pierdas solo para que después te encuentres conmigo, entre las sábanas, o quizás solo sentados recordando que, antes que esto, fuimos amigos. Te doy la oportunidad de que encuentres ese cambio que tantas veces has buscando, de que huyas del pasado que parece perseguirte y que te tiene atado. 


Te doy la oportunidad de que seas tú, tan tú como más de una vez me has demostrado que puedes llegar a ser; te doy la oportunidad de que no finjas, de que rías como cuando estamos juntos y me cuentas, casi susurrando, todo aquello que ha pasado este verano y no te puedes ni creer. Te doy la oportunidad de que llores, de que des rienda suelta a esas lágrimas que tanto has aguantado por temor a que alguien te dijese que no, que no estabas hecho para eso, que eras demasiado débil; te doy la oportunidad de que llores si luego me dejas que te diga que aunque el resto no, yo sí creo en ti y eso, eso debería bastarte para que tú confíes en ti. Te doy la oportunidad de hacernos mejores juntos, de que a pesar de las caídas siempre nos levantemos de la mano. Te doy la oportunidad de que me cures, de que me destroces y me arregles como si fuese ese puzle con el que no cesas de frustrarte cada día pero que sabes que vale la pena acabar. 


Te doy la oportunidad de que escribas la historia a tu manera, pero te pido que no exista el punto final, que esto sea una utopía que has decidido convertir en realidad; te cedo el bolígrafo, el lápiz, la pluma o el teclado, te cedo lo que quieras con tal de que seas tú quien ponga las comas y las tildes a esta historia que empezó por el final, in extrema res lo llaman.


Te doy la oportunidad de que luches por algo si crees que merece la pena, de que te decidas a luchar por ello y no te acurruques en los brazos de cualquiera sin sentir siquiera. Te doy la oportunidad de que, por una vez, veas algo en ti que no sea malo, de que entiendas que, al final del bucle, existe un desvío a tu “yo” interno, ese de mirada limpia y confianza en sí mismo. Te doy la oportunidad de que veas la luz que yo veo en ti, de que entiendas que a pesar de todos los fragmentos cortantes que presentas no hay nada más poderoso que tus sentimientos. Te doy la oportunidad de que sientas, de que te quemes y te hieles por el efecto de las palabras o por cómo puedo recorrer tu cuerpo sin tocarte y lo que te hace sentir. 


Te doy la oportunidad de que cambies los versos del poema y que en vez de desamor sea lujuria lo que ves en ellos, amor. Te doy la oportunidad de que leas el final sin conocer el principio. Te doy la oportunidad de que entiendas, al final, que no somos tan mal sitio como para quedarse a vivir en él y que sepas que, por ti, yo daría el cien por cien. 


En fin, yo te doy la oportunidad, decidir, decides tú.


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