30 de julio de 2016

It's never been harder, saying "goodbye", I mean.

"Nos mirábamos en silencio. Nos miramos fríamente. Y en verdad... me dolió"

 Hay veces en las que ciertas personas entran en tu vida de tal forma que te es imposible pensar en un futuro sin ellos en ella, personas que forman parte de tu día a día, que tú has permitido entrar en tu círculo de confianza (en tu "burbuja" por llamarlo de alguna forma), personas que sin importar lo roto que estabas han sabido crear un vínculo que sorprendentemente ha puesto orden en el caos; el problema comienza cuando esas personas que tan mágicamente han aparecido en tu vida tienden a desaparecer tan mágicamente como desaparecieron, cuando llegan las despedidas, despedidas que no llevan anexas necesariamente un "nos vemos pronto" o cualquier tipo de promesa suficientemente fuerte de que esa no será la última vez que os abracéis, os riais juntos, os deis un beso...

Si nos paramos a leer el diccionario el verbo "despedir" tiene un gran número de acepciones y un gran número de ellas llevan implícitas acciones como soltar, desprender, arrojar, alejar, apartar o renunciar; despedirse de alguien es en cierto modo renunciar a esa persona, apartarte de ella y alejarla por un tiempo, la pregunta es, ¿por qué alejamos entonces a gente que ha entrado de manera tan especial en nuestras vidas? ¿Por qué no somos siquiera capaces de comprometernos a que habrá una próxima vez?

Las despedidas están siempre cargadas de emociones, todos los momentos que has vivido con la persona de la que te despides te recorren por dentro, quizás porque no puedes estar seguro de si podrás volver a vivir algo parecido con esa persona o siquiera con otro cualquiera, algo así como la vida pasándote por delante cuando has llevado a cabo algo peligroso y pensabas que tu vida estaba en juego. 

Todo esto me hace pensar en lo poco que valoramos los momentos, pero no solo esto, sino también la gente que está en ellos y la vida en general; no sabemos apreciar lo que tenemos hasta que lo perdemos, luego viene el echar de menos, las lágrimas y el intentar buscar algo (o alguien) que pueda siquiera parecerse a lo que en algún momento tuvimos. Por eso yo pido que vivamos, que apreciemos lo que tenemos: las oportunidades que se nos presentan, la gente que está en nuestras vidas (abuelos, padres y demás familia, amigos y, en general, cualquier persona que pueda hacer de estas siquiera un poquito mejores), los destinos que visitamos, que vivamos el momento y no la fotografía que de este hicimos, que a veces estamos tan ocupados que se nos olvida que hay vida fuera de nosotros mismos y que sin ella no seríamos nadie. Sí, soy consciente de que la teoría es fácil, que lo digo desde detrás de una pantalla y que ponerlo en práctica es lo complicado, pero también hay una cosa clara: "quien no arriesga no gana", así que mejor vivir ahora, sin despedirse, antes de que ya sea demasiado tarde.


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