9 de junio de 2017

Respirar.

Vuelve a contar diez, respira…

He escrito poesía sobre ti y mira que se me da mal, los versos no rimaban, la métrica se descuadraba, las palabras bailaban sobre el papel, pero seguías siendo tú. Tú no eres poesía, tampoco lo soy yo, para qué engañarnos, somos mucho más que eso, somos sentimientos inexplicables con palabras, sentimientos que se inspiran y se espiran cada vez que alguien camina por Fuencarral.

Te he pintado, eso tampoco se me da bien: la cabeza me salía más grande que el cuerpo, mucho más grande; los ojos descentrados, uno ligeramente más grande que otro; la boca torcida, un poco en medio sonrisa otro poco con restos de tristeza; tenías la tripa grande, sin esos abdominales que tanto te gustaba enseñar; la pierna, roja, restos de la dermatitis que te persigue desde niño… En fin, no eres Adonis, pero tampoco soy yo Afrodita y, para mí, eres perfecto así, más humano, precioso por fuera y por dentro, sin complejos, sin temores.

No sé cuántas veces ya te he soñado, he soñado tu sonrisa y tus carcajadas, tu forma de cuidarme y cuidar de los demás, tu forma de decir siempre que estás bien aunque no puedas contigo mismo, tu forma de dejar que te quiera tan poquito a poco… He soñado. Me he dado cuenta de que te sueño demasiado, de que te pienso en exceso y te veo muy poco, demasiado poco.
Se acabó. Puede que de ahora en adelante te piense de vez en cuando, te pinte en ocasiones y escriba sobre ti, pero se acabó la forma tóxica en que lo hacía. Lo he decidido, no quiero depender de nadie si no es de mí, creo que me lo merezco.

Playa de Salinas, Asturies. 
He aprendido que para que alguien me quiera, primero tengo que aprender a quererme yo, aunque sea solo un poquito, que el resto viene solo. No sabéis lo que me ha costado entenderlo, he tenido que sacar a un montón de gente tóxica de mi vida o, al menos, he tenido que dejarlas de lado. Creo que este punto, apartarse de la gente tóxica, es fundamental a la hora de aprender a entendernos a nosotros mismos; también sé que es un punto complicado, puede que a veces ni siquiera seamos conscientes del perjuicio que ciertas personas nos causan, aunque sea sin querer. Ahora que he acabado el curso, al menos de forma oficial, tengo tiempo para pensar y echar la vista atrás. Empecé septiembre con ganas, ganas de luchar por lo que creía merecerme, pero sin ganas de hacerlo sola; tenía a mi lado a personas, demasiadas incluso, pero me sentía querida, cuidada y “a salvo”. He acabado mayo hasta las narices, cansada de luchar contra corriente y de hacerlo sola, pero he aprendido que puedo ser más fuerte de lo que pensaba. He encontrado en unas pocas personas a “mis personas”, personas que han demostrado que no importa lo hasta el cuello que esté con mis problemas que van a estar ahí. Creo que ahora me entiendo un poco mejor, quizás sea incluso más fuerte emocionalmente hablando, pero siempre había alguien en quien pensar y que se convertía en mi debilidad. He aprendido que las debilidades también pueden convertirse en puntos fuertes si sabes cómo vivir con ellas, si las admites y las aceptas. En este curso he “echado” de mi vida a personas que creí muy importantes, personas en las que deposité confianza ciega y que cuando las he necesitado no han movido un dedo por mí. ¡No sabéis lo bien que sienta!

En fin, este texto ha dado mil vueltas, empecé hablando de ti y acabé hablando de mí. Sigue el orden, o mejor dicho el desorden, de mi cabeza; es igual de extravagante.


He contado diez, mil veces, pero sigo bloqueándome a la hora de respirar. Tendré que contar otras mil, o diez mil, las que hagan falta, pero aprenderé a respirar al igual que me he enseñado a creer en mí, a quererme. 

Os dejo aquí el enlace a un relato que ha escrito una personita muy especial (@altibajxs_ en Twitter). Con él ganó el concurso de su instituto y la verdad es que, desde mi humilde opinión, merece ser leído. Espero que os guste tanto como a mí: 

Gracias una vez más por seguir aquí, publique cuando publique. 

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