No es fácil ver que eres reemplazable, saber que
cuando te vas de un sitio algo o alguien ocupa tu lugar y que la mente de las
personas a las que dejas atrás está en cualquier lado menos en ti, que aunque
tú por dentro no puedes hacer otra cosa que pensar en ellos, no es algo
recíproco. Por esta razón he aprendido a disfrutar de los momentos en los que
pareces importante, porque puede que estas personas no lo hagan queriendo, sino
que simplemente necesitan ocupar su mente en algo que sigue ahí y no en alguien
que ya no está y eso no significa que no les importes, sino que hay algo
“mejor” en ese momento. Bueno, a lo que iba, que me desvío… He aprendido a
disfrutar de cada momento, especialmente de aquellos con las personas que en
algún instante me han demostrado que les importo, pero todos tienen algo de
especial, incluso las eternas horas de clase en la universidad, prometido.
La
verdad es que parece complicado, a veces le damos tantas vueltas al “esto se
acaba” que nos olvidamos de lo que verdaderamente estamos viviendo y sí, puede
que mañana haya que dejar todo esto atrás, pero mañana no es hoy y de poco
sirve echar a perder aquel que podría haber sido un gran día. No sé si es
porque soy rubia o qué, pero a mí esto me ha llevado su tiempo entenderlo,
antes me podía pasar horas llorando pensando en que se acababa en vez de
ahorrarme esas lágrimas para las horas siguientes en las que verdaderamente
todo ha acabado. A día de hoy trato de sacarle una sonrisa a aquel que se
encuentra en esa situación, demostrar que aún quedan momentos buenos por vivir
y que aunque todo acabe, no lo hace hasta que se dice “adiós” por última vez y
sí, matizo ese “por última vez” porque soy de esa clase de personas que puede
despedirse de alguien treinta veces antes de marcharse de verdad, por si acaso.
La
verdad es que esto solo pretende ser una llamada de atención al hecho de que
hay que disfrutar de nuestra vida, que los momentos son irrepetibles y nunca
podemos saber cuándo vamos a volver a disfrutar como críos de nuestra vida. Cada momento es especial, ya sea esa sonrisa
medio forzada a las ocho y media de la mañana cuando entras por la puerta de
clase y te saludan o esa caricia que te dejó los pelos de punta durante días
cada vez que la recordabas, ese día en el gimnasio en el que quisiste
impresionar a alguien o esa comida con esos amigos a los que hacía tanto tiempo
que no veías… Ya os digo, cada instante tiene un poco de nosotros mismos y no
seríamos quienes somos de no vivir como lo hacemos. No podemos quedarnos con
las lágrimas y el tan conocido por todos “y si…”, quedémonos con los abrazos,
las risas de las cuatro de la mañana y las seis de la tarde, los amigos, las
caricias… Quedémonos con lo que importa y que le den al resto, que el mundo
fluye y hemos de buscar a quien nos llene, nos complete y nos aporte, pero
siempre teniendo en cuenta que la felicidad empieza por uno mismo y que está en
nuestra mano conseguirlo.
Tenemos que aprovechar,
vivir de verdad y no escondernos debajo de “posibles” e “imposibles”, que todo
lo bueno acaba, sí, pero que también habrá algo mejor por llegar. Actúa.
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