15 de noviembre de 2016

Solo palabras.



Solo son palabras, dijiste, palabras rotas, vacías, destrozadas, pero palabras al fin y al cabo. Con esas palabras me rompiste, creí en ti y en esas que “solo” son palabras para acabar descubriendo que no eran palabras, eran mentiras con bordes afilados y espinas. 

Ya no sé qué hacer, conseguí romper la flor, pero la raíz sigue empeñada en hacerse cada vez más profunda dentro de mi corazón y no hay quien la saque, nadie excepto tú y tus “solo” palabras. Pero qué le voy a hacer si ya no cuento contigo, si las conversaciones se han vuelto incómodas y los silencios molestos, qué voy a hacer si el simple hecho de que alguien pronuncie tu nombre lentamente, A-M-O-R, me destruye porque ya no creo en ti. Nada. No puedo hacer nada. Tú siempre serás una espina clavada de cara insensible pero interior a pedazos, una flor que no va a volver a florecer y que tiene forma constante de capullo, cerrado, oscuro. 

Las horas pasan, los días lloran y ni por primavera reapareces, sigo siendo fría como en estos meses en que a pesar de las capas de ropa nada derretía el hielo que se había formado en la superficie de mi piel y que tú ya no eres capaz de deshacer. Rehúyo tu tacto, no lo niego, has intentado aparecer en forma de otros, pero no eres él: él era capaz de hacerme sonreír aun cuando mis pataletas me decían que tenía que seguir enfadada, que él no merecía oírme reír. 

A veces algo me hace sentir, te imagino, te veo en la cara de la gente, pero solo me dueles y es que amor y dolor van siempre unidos de la mano y es que quien se atreve a sentir tiene que admitir que, a pesar de todo, siempre existen riesgos, riesgos que yo no me vi dispuesta a vivir. He querido olvidar, a veces pienso que lo he conseguido, pero no es fácil, quizás solo sea cuestión de tiempo, años y años para no recordar un pasado que, en realidad, quiero dejar dentro de mí, porque no sería yo sin él, no sería yo sin ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario