28 de marzo de 2020

Y todo por volver a ser.


Son casi las ocho y sigue siendo de día, o no, pero lo parece. Los reflejos de los últimos rayos de sol tiñen los ladrillos, parecen más rojizos de lo que son. Queda poco para que la gente se asome a sus ventanas o balcones a aplaudir, pero de momento están vacíos, se nota la reclusión incluso a pesar del buen tiempo. Tres personas pasean a sus perros en el parque y discuten ligeramente a voces sobre la lógica del confinamiento sin darse cuenta de que, en cierto modo, ellos disfrutan una libertad que muchos tienen privada. A partir de mañana, a estas horas, ya nos veremos las caras y a pesar de no ponernos nombre los "hasta mañana" que se gritan desde el balcón, a eso de las ocho y dos, ya irán dirigidos a alguien y no tanto a una silueta que se mueve al compás del tic, tac de sus manos, los aplausos. 



Llevamos dos semanas, dos semanas de ese mínimo de un mes que se ha propuesto, y ya ha caído mucha gente, mayores y no tan mayores se han quedado sin personas importantes en su vida y otras, "simplemente" la han perdido. Cuando se empezó esta cuarentena a muchos nos costaba aceptar que la forma de vida que llevábamos iba a pararse de golpe, que nada iba a ser igual, pero creo que lo más complicado fue, en muchos casos, asumir que teníamos que dejar de pensar solo en el "yo" para pasar a pensar en los demás, hacer un fuerte ejercicio de empatía y no, no es tan fácil. Al principio la gente se quejaba de los jóvenes (como siempre, la verdad), se nos tachaba de irresponsables, egoístas y una serie de adjetivos calificativos que podrían clasificarse como de todo menos bonito... Siempre buscando el lado malo a todo y nunca el bueno, siempre extrapolando lo que hacen unos pocos a la mayoría y todo porque eso, lo bueno, no se ve. Afortunadamente, con el paso de los días la empatía ha empezado a llegar, al igual que el cansancio y para muchos la frustración, pero no quiero pensar qué sería todo esto si, además del encierro tuviéramos que escuchar, leer y aceptar que todo el rato se metieran con nosotros, ya sea por a o por b. Me gustaría agradecer el cambio de motivación, que ahora no se resalte constantemente lo malo, que ya tenemos suficiente con la situación, sino que haya pasado a resaltarse poquito a poco lo bueno, que se agradezca y se aprecien las cosas y a las personas, muchas a las cuales antes dábamos por sentado.  

A muchos nos han cortado las alas, nos han borrado sueños como se borraban las pizarras del colegio, con ese borrador grande y que lo dejaba todo lleno de polvo de tiza, confuso. Antes se nos quedaba pequeño el mundo, ahora, confinados entre cuatro paredes, hasta el final de nuestra calle nos parece un mundo. Quedarán dos semanas, un mes o tres, solo el tiempo lo dirá, pero no solo será duro esto, sino que parece que también lo será todo lo que viene por detrás: educación, economía, los trabajos de muchos y salud, si hay algo que tengo claro es que la sanidad, en cualquier caso, nunca volverá a ser igual, que esto no lo van a olvidar (y esperemos, que a veces tenemos la memoria muy corta). A pesar de todo ello, de las frustraciones, lloros y pérdidas, solo nos queda esperar y que esa empatía que mostramos ahora, al menos la mayoría, no quede en un vacío al pasar, que entendamos situaciones, nos demos oportunidades y tiempo, porque no todos llevamos el mismo ritmo al sanar y uno no se cura ya, así sin más. Tardaremos en volver a darnos la mano fuera de lo virtual, pero en lo literario, sigamos dándosela a quien nos necesita, también pidiendo ayuda, que nunca está de más; aprendamos a ser y no solo a estar, a apreciar y apreciarnos, quizás incluso a querer, que a veces estamos más cerca de los que tenemos más lejos y a todo hay que aprender. 

Y si alguna vez te caes o piensas que no puedes más, mira a tu alrededor y recuerda que las penas compartidas se llevan mejor. Sé, siente y vive, que a día de hoy, nadie te va a exigir más. 

24 de marzo de 2019

De vuelta.

Hace casi un año que dejé de escribir en el blog para centrarme más en escribir para mí. No escribía aquí desde abril del 18, lo dicho, casi un año y recuerdo que la última vez que lo hice fue resultado de un caos emocional que había sufrido no mucho antes. Antes me gustaba "dedicar" esta serie de textos, quizás alguno incluso conozca el porqué de todo, por qué me dedico a escribir de vez en cuando. 

Desde que volvimos en enero, todo han sido emociones, no hay día que no haya tenido las emociones a flor de piel y simplemente me haya dedicado a ser yo. Me he vuelto a alejar de los que eran mis amigos, como siempre. He dejado de lado a las personas que me habían acompañado estos dos últimos años, me he cerrado en mí. Me cuesta, me cuesta mucho abrirme y dejarme querer. Qué voy a decir, si soy una persona que es incapaz de mirar a los ojos porque me da vergüenza, porque me da la timidez (aparte, si te miro a los ojos considérate una persona afortunada, debo de quererte bastante, pero bueno, que si estás leyendo esto prácticamente seguro perteneces a este grupo), porque me pongo tremendamente roja (sí, esto más de una vez a llevado a confusión)... 

He puesto punto y aparte a varias amistades en estos casi 3 meses de año, y punto final también a alguna que otra. Quizás me haya vuelto mucho menos tolerante, quizás necesite estar sola para descubrir quién coño soy, que no estaría mal, la verdad, así camino de los 22. 

Día a día tengo ganas de llorar, quizás sin mucho sentido, pero con la imperiosa necesidad de hacerlo, de liberarme y dejar todo de lado por unos segundos. Creo que todos nos hemos sentido así alguna vez, con esta tremenda necesidad de dejarnos ir, así sin más y no está de más hacerlo de vez en cuando, la verdad. 

Me refugio en la música, en ir descubriendo canciones nuevas, quizás incluso estilos, o redescubrirlos, quién le iba a decir a mi yo de 14 años que volvería a estar escuchando música electrónica, concretamente al hardstyle o al hardcore, o a mi yo de hace un par de años que escucharía soul con una cesante inquietud. Escucho música todo el tiempo que puedo, canto a todo pulmón para evitar llorar e incluso lloro con todas las fuerzas del mundo cuando me emociono con una "simple" canción. 

La música me saca del pozo en el que me veo excesivamente a menudo, pero también lo hace ese par de personas que, a pesar de conocer cómo soy, entender mi tendencia a alejarme, siguen ahí, me hacen reír y me demuestran que no todo está perdido, que yo no lo estoy. Tengo infinita suerte de que estas personas me rodeen, de que día a día me apoyen y me corrijan cuando la que la caga soy yo. 

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en quién está ahí para vosotros? Pero estar de verdad, cuando lo necesitéis, ¿quién os va a dar la mano y esa palmadita en el hombro que necesitáis? Son esas personas que cuando lleváis un par de días sin hacer acto de presencia os preguntan si va todo bien, personas que cuando necesitáis tiempo os lo dan, pero dejando saber que, con cualquier cosa que necesitéis, van a estar ahí... Esas personas, para mí, tienen un poquito de magia en sí y nunca, nunca, nunca deberían perderla, porque si la pierden, se pierden en sí. 

En fin, puede que ahora esté algo rota, que mis pedazos me corten (y corten a quien trata de juntarlos), pero estoy infinitamente agradecida a las personas que están, que intentan recomponerme y que son esa mano que, aun saliendo dañada, se tiende con el fin de levantarme, así, sin más, sin pedir nada a cambio más que un cariño que siempre, siempre, siempre estará ahí. 

Gracias, por ser, por estar. 

https://youtu.be/rFcV76Oz2Tk (Won't Hold Me Down (Gravity)- Brennan Heart ft. Trevor Guthrie) 

16 de abril de 2018

Texto corto.

Es una locura todo esto de que de repente aparezca alguien que te pone todo patas arriba, que te desordena las ideas, te obsesiona y te confunde, una y otra vez a un ritmo frenético.
Es una locura y una necesidad, nunca está de más que alguien te descoloque, a cualquier nivel. 
A veces estas locuras te liberan de la realidad, crean otra y te dan aire; otras, te lo quitan.
Ahora mismo no sé qué necesito, no sé si tengo el aire o estoy sin él, pero soy desorden, desorden en estado puro. Quiero huir, escapar de la realidad, del cómo ha cambiado mi vida en este mes, mes y medio, pero por otro lado tanto descontrol me llena, me completa a su manera.

Personas, personas que son descontrol y vida, que te vuelven locas aun estando cuerdas, que te colocan contra ellas y luego te enseñan a dar el golpe, aunque no sea el definitivo. Dos meses de personas, de suerte, de ti, de mí, de vosotras o nosotras, de nosotros... Dos meses de cambio. Ahora, ¿orden? ¿Eso cuándo? Quizás pronto, quizás seas tú. Ahora aire, color azul, huir y quizás de nuevo desorden.

10 de marzo de 2018

Partes de entropía.

'She's got bite marks on her tongue from all the things she never said'
Soy una persona que tiende a darle vueltas a las cosas incluso cuando son de lo más nimio posible. Conversaciones espontáneas de andén en andén, fragmentos de canción en el vagón, palabras sueltas, arte inacabado, artistas y no tan artistas... Todo me hace volar y ensimismarme, perder la conciencia del quién soy y pensar en nada y, a la vez, en todo. 

Nunca he sido una persona a la que le agradara llamar la atención, pero en muchas ocasiones por distintas razones la acababa llamando y, a veces, no para bien. He llegado a ser una persona conflictiva por mi genio, por no callarme las cosas y decirlas como las pienso pero, ¿y qué? Si cada uno está hecho de una forma y solo uno mismo puede decidir quién ser. 
Conflictos, al final todos los somos y los creamos. Partes de entropía, precioso desorden y caos.

Me gusta recrearme en mi caos, solo de vez en cuando, pero me gusta hacerlo. Creo que todos deberíamos, aunque solo fuera para saber cómo ponernos en orden de nuevo, si es que eso fuera posible, la verdad.




Llevo unos días siendo desorden, desorden en todas sus expresiones. He acabado con prejuicios y etiquetas y, a ratos, solo a ratos, he empezado a querer ser. Hace unos meses me hundía cuando me dijeron que, quizás, tendría que plantearme seguir haciendo ciertas cosas, cosas que me han dado vida durante demasiado tiempo. A día de hoy tengo esperanzas puestas en que el esfuerzo dé resultado y al final no sea tan malo aquello que estoy creando. En este último mes, quizás algo más, ha llegado gente a mi vida que me ha hecho (incluso sin ser consciente de ello, probablemente ninguno lo sea) muy muy feliz, me ha hecho luchar por algo e incluso me ha dado algo por lo que luchar cuando creía que eso ya no existía. Sin dar nombres, el otro día consiguieron hacerme llorar de emoción haciendo algo que debido a ciertos prejuicios había dejado de hacer y, de verdad, no sabéis lo bien que sienta. Ojalá todos consigamos emocionarnos algún día por ser capaces de hacer algo que no mucho antes veíamos imposible, quizás eso nos hiciese ver que, en realidad, podemos ser todo aquello que intentemos ser o, al menos, intentarlo.
Recuerdo que de pequeña quise ser bailarina, pero me decían que el arte no era lo mío. Recuerdo haber empezado en ajedrez "porque necesita algo para aprender a concentrarse y no ser tan nerviosa" (acabé siendo la única chica que competía a pesar de que nunca nadie creyó en que podría hacerlo). Recuerdo haber empezado a pintar porque "tienes que aprender a pintar, repítelo otra vez" era algo frecuente en mi día a día. Recuerdo haber empezado el volley siendo apenas una cría y ver cómo me dejaban de lado en alguna explicación porque "con tu estatura no puedes estar a la altura"... Y así podría poner cientos de ejemplos del "no podrás" que tanto he escuchado en mi vida y, qué queréis que os diga, quizás ninguna de estas cosas sea o haya sido lo mío, pero todo no podrás ha sido un prejuicio. A día de hoy, apenas hago alguna de las cosas que antes he descrito, pero siempre que lo hago lo disfruto porque he sido yo quien lo ha decidido. Quizás no triunfe, quizás sí, pero nadie te da el derecho a decidir sobre mí. No hay imposibles frecuentes, solo improbables normales, aquellos a los que muchas veces nos da miedo enfrentarnos pero que, si lo hiciésemos, quizás seríamos mejores de aquellos que nos frenaron (incluso si nos frenamos nosotros mismos).

Creo que todo este pequeño texto ha sido un caos, un caos acorde a mí y a quien he sido y sigo siendo, pero espero que se entienda y que nos haga tentar improbables y, sobre todo, no frenar a quienes lo intentan. 

7 de febrero de 2018

Yo.

Mi cabeza es un desorden constante, similar al bullicio de una gran ciudad con sus coches, su ir de aquí para allá y de allá para acá, su griterío, sus risas, sus llantos... Encontrar un punto sobre el que sostenerse dentro de este desastre es, cuanto menos, complicado, sobre todo cuando aparecen personas que en vez de ayudarte a ordenarlo, lo vuelven todo un caos mayor.

Hace un tiempo me preguntaba quién eres y creo que nunca obtuve ni obtendré respuesta. Supongo que es de esas preguntas difíciles de contestar y más aún de contestarse a uno mismo. Creo que nos vamos haciendo quienes somos en base a las decisiones que tomamos, aquello en lo que sentimos, aquellos con quienes somos y no solo estamos. Es cierto que a veces son necesarias las odiadas "etiquetas", pero qué pasa cuando tú mismo no te identificas con ninguna o, simplemente, no encajas en ellas. La riqueza está en la variedad (o eso dicen), así que encajemos o no, somos parte de esto, de una variedad más allá de lo que nuestros propios ojos ven.

A veces me gustaría que se rompieran un poco los estereotipos, aunque creo que es algo muy complicado de lograr ya que todos, consciente o inconscientemente, los tenemos en mayor o menor medida. Durante gran parte de mi vida he sido partícipe de los estereotipos que sobre mí caían, pero no negaré haber podido llegar a ser dañina con estereotipos sobre los demás. Me han abierto los ojos, me han enseñado a apreciar la realidad y lo bueno o bonito que hay en cada uno de nosotros, pero también lo malo y, contra todo pronóstico, lo malo de las personas me ha hecho llegar a apreciar todavía más a algunas de ellas. Necesitamos ser conscientes de nuestra realidad, de que no somos ni de lejos perfectos, somos personas sin más y sin necesidad de compararnos con nadie, aunque esto a veces nos resulte inconcebible. 

Entre las personas que más me hacen ser quien soy he de destacar a aquellos que me hacen reír, porque nunca, nunca, nunca me siento más yo que en esos momentos. Obviamente tengo momentos malos, como todos, pero hace tiempo que lucho por esconderlos y aprender a enfrentarlos yo sola (es obvio que soy un desastre y que no lo consigo, pero hombre, la intención está ahí); prefiero que se vea una versión más alegre de mí y es que nunca sabes qué estará pasando la persona que tienes delante para estar o no feliz. Estos últimos meses he encontrado más motivos para reír que para no hacerlo y he de dar las gracias a esas personas que han estado ahí, poniendo orden (o intentándolo) a ese desorden de sentimientos que se unía en mi cabeza. 

Sigo sin saber quién soy a ciencia cierta y creo, como ya dije antes, que nunca lo sabré, pero también poco a poco puedo ir descartando quién no soy y, sobre todo, con quién no soy. Sigo siendo ese desastre del principio, aunque quizás con ideas algo más claras dentro del desorden. Sigo siendo yo y, sin embargo, no soy nadie para decidirlo.

3 de enero de 2018

Reflexiones (navideñas).

Me gustan las personas que rompen los esquemas, personas que no te esperas, que aparecen por casualidad. Esas personas son especiales.
A lo largo de mi vida me he cruzado con alguna de estas personas y no siempre he sabido recomponerme del efecto que han tenido en mí. Una de estas personas, quizás un par, me rompieron en pedazos y cambiaron mi forma de ver el mundo cuando menos me lo imaginaba, me hicieron llegar apreciarme, llegar a apreciar las cosas que podía hacer, creer en mí y, además, creer en ellas.
Lo que no me esperaba era la aparición de una última persona, una persona que me ha roto tantos esquemas que no sé si alguna vez seré capaz de recomponerme, de volver a ver el mundo como yo lo imaginaba, cómo creía que era y es que, quizás, el mundo no fue nunca algo fijo, sino cambiante, en el que cada persona aporta una pieza del puzzle y cuando dos piezas se juntan puede ocurrir algo maravilloso, algo muy difícil de explicar y raro, realmente raro. Quizás algunos lo llaméis amor, pero no es necesariamente eso, puede ser una simple conexión mental, el sentirte tan identificado con otra persona que sea difícil no "ver" el mundo a través de dos pensamientos en vez de uno solo.
Esta vez no sé si he perdido a "mi" persona (no me gusta eso de "poseer" a nadie), pero estoy segura de que en este poco tiempo he ganado mucho más que una amistad: he ganado en mí, he ganado en ella, he ganado en visión y en diferencias. No creo que sea algo fácil de dejar ir, al contrario, pero a veces no hay una segunda oportunidad, por ello, os pido que si alguna vez encontráis a esa persona, se lo hagáis saber y, si podéis, no la dejéis ir.

20 de noviembre de 2017

Al descubierto.

"Esta es una noche perfecta para escribir un poco" y así noche a noche durante tres meses y medio. Siento la ausencia, de verdad que lo siento, sobre todo porque soy consciente de que a principios de año me propuse escribir cada mes. Sin embargo, admito que he estado muy abajo emocionalmente hablando durante estos dos últimos meses y que quizás no era el mejor momento para escribir.
El otro día empecé a escribir algo así:

"Creo que he empezado este texto entre cien y doscientas veces. Ninguna (y cuando digo ninguna lo digo de forma literal) me ha llenado, no me he sentido cómoda escribiendo esto y por eso lo he dejado cien veces a medias, sin acabar. Escribir, para mí, muchas veces ha sido cuestión de inspiración, de que llegara el momento adecuado, pero desde hace un tiempo no hay nada que me inspire a este nivel y es más cuestión de esfuerzo que de otras cosas. 

Hace un tiempo que me siento estancada, estancada a todos los niveles y así de estancada se ha quedado mi escritura.

Cuando empecé el curso me propuse que este año todo iba a cambiar, pero tres meses (todo septiembre, todo octubre y lo que llevamos de noviembre) después puedo decir que sí, todo ha cambiado, pero seguimos igual. A veces los pequeños cambios llevan a grandes cambios, pero otras los cambios son inapreciables en la vida general. "

A día de hoy vengo a hablaros de esos pequeños cambios y lo que conllevan. Sorprendentemente, todo lo que llevaba dentro estos dos últimos meses conseguí sacarlo, en cierto modo, en estos dos últimos días. Sí, dos meses en dos días, quizás suene un poco a locura, pero hoy me siento feliz, cansada, sí, pero feliz y eso llevaba mucho tiempo sin decirlo.

Cudillero, Asturias. Calma. 

En estos dos meses aún me pesaba un poco la falta de toda esa gente que me acompaña cada verano y todo lo que me llevo de cada uno, me pesaba porque, como ya he dicho más veces, sigo sin sentirme "en casa" aquí a pesar de llevar casi toda la vida por esta tierra, seguía sin encontrar a personas con las que ser yo, con las que mostrarme en confianza.

Como todo, creo que la vida se basa en rachas, estabilidad con bajones y subidas, lo importante es saber hacer frente a todo ello. Esto es algo que no he sido capaz de aprender nunca, siempre he sido de quedarme mucho tiempo en los bajones y no sacarle partido a las subidas, pero he decidido (cuánto me dure ya es otro tema) intentar cambiar eso y por esta razón me he decidido a escribir hoy, a abrirme, para recordarme cuando caiga que también se puede estar arriba, que también se puede estar bien.

En una semana vuelvo al hospital, a la rutina de las pruebas y demás y, aunque después de algo más de cuatro años en que las visitas han llegado a hacerse semanales debería estar acostumbrada, sigo nerviosa. Nerviosa por el qué pasará (y eso que sé que ya no hay nada más que revisiones) y sí, quizás esto también sea una razón para escribirlo. En cierto modo tengo miedo, miedo a no saber salir del aquí y ahora, a limitarme a pensar en pasado y no abrirme al futuro, futuro del que he borrado a mucha gente por miedo a hacernos daño o, quién sabe, quizás a hacérmelo a mí. Creo que siempre he vivido con miedo, un miedo irracional y una falta de capacidad para mantener a la gente a mi lado, miedo a que por una vez que te hagan daño todas vayan a ser así.

Soy consciente de que a día de hoy estoy donde estoy no solo por quien soy, sino por la gente que me ha acompañado a lo largo del camino, pero también soy consciente de que de este camino he echado a mucha gente que se merecía estar y quizás no haya dejado a nadie de verdad. Por eso quiero agradecer con el corazón a quien ha entrado y no se ha ido, a quien a pesar de los gritos, cabreos, ataques de ansiedad, inseguridades y demás, ha permanecido.

En estos dos meses he de admitir que ha llegado a mi vida gente que ha cambiado mi forma de mirar, personas que me han hecho reír a carcajadas (aunque también he llorado, lo admito), luchar por lo que creía y seguir adelante para llegar a lo que en estos dos días creo que he podido demostrar que puedo llegar a ser. De estas personas tan bonitas quizás ninguna lo lea, pero si vosotros lo leéis, quizás os sirva para apreciar a quienes tenéis a vuestro lado y puede que no se os haga tan tarde como se me hizo a mí, porque sí, pedir perdón es bueno, pero dar las gracias, a mí, me resulta increíble. Quiero seguir luchando mano a mano, conseguir ver que el camino tiene piedras, sí, pero que quizás no hay por qué sortearlas solos (oye, que algunas sí, tampoco hay que exagerar...) y quiero, por fin, ser feliz.

G R A C I A S.