16 de marzo de 2017

Desafío emocional.

Soy un desastre. Puede gustarte más o gustarte menos. Puedes quedarte o largarte. Tú decides. 
Hace un tiempo que no sé quién soy, estoy perdida en mí misma y sigo sin encontrarme. Hace un par de días me preguntaron si estaba bien, que tenía mala cara y aunque no lo estoy mi respuesta automática fue decir "sí". No sé por qué lo dije, quizás tengo miedo de decir cómo me siento y que sea peor soltarlo que guardármelo para mí. Hoy he vuelto a hacerlo, a esconderme debajo de una coraza abollada de golpes y golpes. 
 
El problema es no saber en quién confiar, saber que aquello que cuentes puede ser un arma de doble filo y volverse contra ti y, lo peor, que no solo es lo que cuentes sino también a quién se lo cuentes. Llevamos dos meses y medio de año y puedo decir que en mi vida no siguen los mismos que empezaron. Han sido unos meses llenos de altibajos y el hecho de que sea difícil estar conmigo ha hecho que muchos hayan decidido largarse, como siempre. No voy a mentir, me jode que personas a las que quiero y he querido con todo mi corazón no apuesten por mí, que lo intenten unos meses y que cuando caigo en picado en vez de agarrarme ya no estén ahí. Soy muy inocente, confío en todo el mundo y creo que todos tenemos algo bueno en nuestro interior, pero cada día me canso más de dar segundas o terceras oportunidades. Tengo moratones emocionales y estoy cansada, cansada de luchar contra imposibles que no van a luchar conmigo. A pesar de todo, he descubierto en gente que no esperaba lo especial de las personas, el hecho de que existe un amistad más allá del sacar provecho uno del otro en plan simbiosis y eso, eso tiene un valor fundamental. He encontrado a personas que sí se preocupan de cómo estoy, que no solo preguntan por obligación, personas que hacen de mis días malos un poco menos malos y que estoy segura de que algún día lograrán hacerlos buenos. La verdad es que he aprendido a no esperar nada de nadie, me he cansado de que mis amigos digan el "de buena es tonta" y me miren condescendientes.

Lo que quiero decir es que sé que no soy una persona fácil de llevar, siempre quiero dar lo mejor de mí y muchas veces no me considero suficiente por lo que tiendo a apartarme y si alguien no me pide que vuelva simplemente no lo haré. Soy ese tipo de persona con el que lo intentas 27 veces, te rindes a la 28 y a la 30 hubiese caído, pero simplemente no lo has intentado lo suficiente. Cuento con los dedos de una mano a los que de verdad se han esforzado por mantenerme en su vida y son personas a las que jamás estaré lo suficientemente agradecida. Sé también que he de poner de mi parte y quien me conoce sabe que lo hago a pesar de que me cueste, que puedo intentar hacerte sonreír hasta en el peor de los momentos, pero que también sé ser seria cuando se trata de algo importante. Soy una persona que defiende que las relaciones sociales no son fáciles, quizás porque tiendo a abrirme a la gente demasiado pronto y luego los golpes son aún más duros; pero soy como soy y repito, puedes quedarte o largarte, pero si vas a preguntar "¿cómo estás?", que sea porque de verdad te interesa, porque has llegado para luchar, has llegado para quedarte.

5 de marzo de 2017

Llegará(s)


            No es fácil ver que eres reemplazable, saber que cuando te vas de un sitio algo o alguien ocupa tu lugar y que la mente de las personas a las que dejas atrás está en cualquier lado menos en ti, que aunque tú por dentro no puedes hacer otra cosa que pensar en ellos, no es algo recíproco. Por esta razón he aprendido a disfrutar de los momentos en los que pareces importante, porque puede que estas personas no lo hagan queriendo, sino que simplemente necesitan ocupar su mente en algo que sigue ahí y no en alguien que ya no está y eso no significa que no les importes, sino que hay algo “mejor” en ese momento. Bueno, a lo que iba, que me desvío… He aprendido a disfrutar de cada momento, especialmente de aquellos con las personas que en algún instante me han demostrado que les importo, pero todos tienen algo de especial, incluso las eternas horas de clase en la universidad, prometido. 
 
            La verdad es que parece complicado, a veces le damos tantas vueltas al “esto se acaba” que nos olvidamos de lo que verdaderamente estamos viviendo y sí, puede que mañana haya que dejar todo esto atrás, pero mañana no es hoy y de poco sirve echar a perder aquel que podría haber sido un gran día. No sé si es porque soy rubia o qué, pero a mí esto me ha llevado su tiempo entenderlo, antes me podía pasar horas llorando pensando en que se acababa en vez de ahorrarme esas lágrimas para las horas siguientes en las que verdaderamente todo ha acabado. A día de hoy trato de sacarle una sonrisa a aquel que se encuentra en esa situación, demostrar que aún quedan momentos buenos por vivir y que aunque todo acabe, no lo hace hasta que se dice “adiós” por última vez y sí, matizo ese “por última vez” porque soy de esa clase de personas que puede despedirse de alguien treinta veces antes de marcharse de verdad, por si acaso.


            La verdad es que esto solo pretende ser una llamada de atención al hecho de que hay que disfrutar de nuestra vida, que los momentos son irrepetibles y nunca podemos saber cuándo vamos a volver a disfrutar como críos de nuestra vida. Cada momento es especial, ya sea esa sonrisa medio forzada a las ocho y media de la mañana cuando entras por la puerta de clase y te saludan o esa caricia que te dejó los pelos de punta durante días cada vez que la recordabas, ese día en el gimnasio en el que quisiste impresionar a alguien o esa comida con esos amigos a los que hacía tanto tiempo que no veías… Ya os digo, cada instante tiene un poco de nosotros mismos y no seríamos quienes somos de no vivir como lo hacemos. No podemos quedarnos con las lágrimas y el tan conocido por todos “y si…”, quedémonos con los abrazos, las risas de las cuatro de la mañana y las seis de la tarde, los amigos, las caricias… Quedémonos con lo que importa y que le den al resto, que el mundo fluye y hemos de buscar a quien nos llene, nos complete y nos aporte, pero siempre teniendo en cuenta que la felicidad empieza por uno mismo y que está en nuestra mano conseguirlo.

Tenemos que aprovechar, vivir de verdad y no escondernos debajo de “posibles” e “imposibles”, que todo lo bueno acaba, sí, pero que también habrá algo mejor por llegar. Actúa.