25 de enero de 2017

Felicidad. Parte dos.



Hace un par de días en una encuesta de Twitter pregunté sobre qué queríais que escribiese en el próximo artículo (es decir, en este) y de entre las cuatro opciones que expuse la que obtuvo más representación fue la felicidad. Puede que alguno de los que contestasteis a esa encuesta os encontréis ahora aquí, así que, lo primero, bienvenidos y sabed que votaseis lo que votaseis todos los temas van a salir o en este o en artículos futuros. En fin, volviendo a lo que nos atañe, el tema de la felicidad lo toqué relativamente a fondo en un artículo de mediados del 2016 titulado “¿Feliz?” (https://escribiendopedacitos.blogspot.com.es/2016/05/feliz.html), por lo que el concepto como tal y ciertos aspectos de ella están en este recogidos y no he querido repetirlos.  Una vez expuesto esto, empezamos… 


“Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres”.- Antoine de Saint-Exupéry. El principito.


Felicidad, nueve letras y qué compleja. Nadie sabe a ciencia cierta qué es la felicidad, ni cómo se consigue, bueno, sí, con cosas, personas, razonamientos… que te hagan feliz, pero, ¿qué es ser feliz? La felicidad es un concepto totalmente individual, puede que tú seas perfectamente feliz estudiando matemáticas y a mí me amargue hasta el punto de necesitar tenerlas lejos de mi vista o no, puede que a ambos nos guste hacerlo y este simple hecho nos haga felices. Lo que quiero decir es que si no puedo hablar de felicidad y pretender que sea igual para todos, no sabéis lo difícil que es escribir sobre ella… 

Muchas veces, cuando voy caminando ensimismada en mis pensamientos por la calle y especialmente si son calles concurridas, me intento fijar en la gente, en sus caras y sus gestos y me pregunto si serán felices o si solo llevan una careta detrás de las que se esconden. La verdad, no sabéis la de sorpresas que os podéis llevar fijándoos solo en eso. 

¿Qué es para mí la felicidad? La verdad, no lo sé, creo que es todo aquello que te llena, que te sientes cómodo haciendo o junto a quien estás a gusto, pero también me gusta distinguir entre felicidad materialista y felicidad puramente moral. Creo que por el simple hecho de hacer esta distinción muchos de vosotros pensaréis en la frase “el dinero no da la felicidad” y vale, quizás sea cierto, pero yo sigo pensando que ayuda y que todo lo asociado a lo material es un tipo de felicidad, quizás ligeramente distinto al resto, que también está ahí aunque puede, por supuesto, que para vosotros esto solo sea una alegría temporal y no felicidad, aquí ya como cada uno entienda el concepto. 

Por otro lado, la felicidad que depende en gran medida exclusivamente de nosotros mismos y nuestras relaciones con las personas es la que denomino puramente moral: las emociones que sentimos al estar junto a nuestros amigos, los juegos, las anécdotas… Todo esto son pequeños granos de arena que conforman la montaña de la felicidad, pero también lo son los paseos que te das para relajarte, las endorfinas que se generan al practicar un deporte, estudiar aquello que te guste (aunque a veces esto tenga que ir ligado al tema económico y por tanto mezcle un poco de ambos tipos de felicidad) o incluso el simple hecho de tener un poco de tiempo para ti mismo porque, para mí, una de las principales causas de la tristeza o “ausencia de felicidad” es el carecer de un tiempo para dedicarme exclusivamente a mí y, si es necesario, no hacer nada.

Tiovivo de Plaza de Oriente, Madrid.

No sé, creo que después de tanto pensarlo sigo sin tener absolutamente nada claro, la felicidad es un concepto complicado y si hablamos de la emoción, ya ni os puedo hablar de su complejidad. Todos tenemos algo o alguien que nos hace felices, pero está claro que cada uno elegirá el qué, que a pesar de parecer “objetivos” comunes la felicidad no es algo que se elija, o se busque (a pesar del título de la película de Will Smith), sino que simplemente llega y nos corresponde a nosotros entenderla, saber que sí, que esa sensación tan agradable que sentimos es que estamos siendo felices y eso significa que, sea lo que sea, merecerá la pena.


NOTA:  A partir de hoy intentaré escribir en este blog una vez a la semana aunque por motivos de estudios o actividades no siempre será posible. Espero que os guste y si es la primera vez que os pasáis por aquí sed más que bienvenidos. Un abrazo, Annie.

8 de enero de 2017

Quiero (Refúgiame).

  "Y me despedí sabiendo que no quería irme..."
Duele, duele saber que esto se acaba, que es hora de volver a la rutina, a la realidad. Se ha acabado. Hemos, hemos acabado con nosotros mismos, con lo que de verdad somos para volver a ser el "yo" que existe más que vive. 

Quiero que me cojas, que me abraces y me digas que todo va a ir bien, que no llore cuando las cosas no salgan como quiero, que eso solo es una piedra con la que tropezar, pero no está ahí para hacerme caer. Quiero que te rías y me des la vida, que me hagas reír y me limpies con la manga de esa sudadera que huele a una mezcla de tabaco y colonia todas las lágrimas que me cayeron cuando me dijeron que me iba. Quiero que recorras kilómetros de distancia por mí, tantos como yo he recorrido por ti, pero sobre todo quiero que luches por ti mismo porque estoy cansada de que no creas en ti a pesar de que yo te confiaría hasta mi corazón. Quiero que me refugies con tus colores, más grises que la letra de ese rap que me enseñaste y ahora no puedo olvidar. Quiero que me lleves en la comodidad de tus noches y que hagas que olvide el frío entre palabras, sinceras, certeras. Quiero- te. Te quiero. 



Vuelve a ser más tarde que pronto, pero solo estamos al principio de un final que nunca llega. Me has hecho soñar, soñar que podía; me has hecho creer en mí casi tanto como en ti y reír casi tanto como llorar. Hoy quiero agradecerte una cosa, que estés, que a pesar de que nos hayamos despedido solo ha sido un "hasta luego", no un "adiós" irremediable; quiero agradecerte que me hagas ser yo y no una farsa o utopía. Gracias por haber hecho que encuentre en ti un refugio donde quitarme la coraza y, curiosamente, donde no tenga que esconderme.

No puedo decirte más, no porque no quiera, sino porque dueles estando lejos y tu recuerdo destroza y hiere a esta personita que, una vez más, te dice que te quiere.