Hay
caídas que dan más miedo que la altura desde la que se cae, por su velocidad,
por el tiempo, por lo que conlleva. Tan pronto estás en la cima como por los
suelos. Tan pronto ríes como lloras. Caídas, caídas desde una montaña rusa de
emociones que pasa de 0 a 100 en apenas segundos.
Estoy
cansada de caer, levantarme, caer, levantarme… Y así una infinidad de veces.
Dicen que de las caídas se aprende, pero el daño a veces es más fuerte que la
lección y, en estos casos de poco sirve levantarse si la herida no se cura.
Estoy vestida de cicatrices y parches emocionales, llena de vacíos y sorda de
silencios. A veces pienso que sería mejor caer, que del suelo uno no pasa, pero
verlo todo plano me recuerda a aquellos que dijeron que el mundo es plano y yo
quiero un mundo de curvas en las que perderme. Las alturas me acojonan, pero siempre
que puedo me subo a los árboles a rememorar la infancia y a dejar que el tiempo
pase sin que las cosas me alcancen.
Sé
que la vida no es solo estar en la cima, que el fondo también se toca, que la
vida es una mezcla de “ahora arriba, luego abajo” constante, pero por una vez me
gustaría ver que hay días en los que la montaña rusa se para y entonces la
dejan arriba (o abajo, eso ya por gustos).
He
perdido a gente en las caídas, pero he ganado a otras y, con ellas, la vida.
Han aparecido personas que me entendían, que no veían solo la cara de la moneda
sino que también la cruz; personas a las que no les ha importado luchar por mí
cuando ni yo misma lo intentaba.
Ahora
es mi turno, quiero luchar por mí misma, pero esta vez sabiendo que las cosas
no siempre van a salir como esperaba, que el esfuerzo no tiene siempre su
recompensa aunque se empeñen en hacernos creer que sí; quiero romper la barrera
de los estereotipos y dejar claro que sí, que no soy capaz de todo, pero nunca
sabré si puedo si no lo intento; quiero entender qué ve la gente en mí como
para creer cuando yo solo veo las cenizas de algo que en algún momento ardió y
que no va a resurgir; quiero escuchar las críticas y aprender de ellas, no
negarlas, porque nadie es perfecto y si cayéndome no aprendo habrá que hacerlo
en algún momento; quiero… al final todo se resume en querer y qué, ¿ofrecer?
Ofrezco
luchar por lo que creo, estar para quien quiero y hacer que el caer no sea tan
malo si es de la mano, ofrezco la estabilidad y el cariño que busco, porque yo
no soy yo sin ti, sin vosotros.
Vamos
a intentarlo, vamos a hacer de nuestras vidas una montaña rusa que se para
cuando andamos de la mano, vamos a romper con todo y recrearlo, vamos a cambiar
el término, a hacer el esfuerzo de cambiarlo y demostrar que somos quienes
quisimos ser, que no vamos a guiarnos por el mismo carril en el que otros
tantos descarrilaron, sino que escribiremos letra a letra, adoquín a adoquín,
el camino del cambio.