7 de febrero de 2018

Yo.

Mi cabeza es un desorden constante, similar al bullicio de una gran ciudad con sus coches, su ir de aquí para allá y de allá para acá, su griterío, sus risas, sus llantos... Encontrar un punto sobre el que sostenerse dentro de este desastre es, cuanto menos, complicado, sobre todo cuando aparecen personas que en vez de ayudarte a ordenarlo, lo vuelven todo un caos mayor.

Hace un tiempo me preguntaba quién eres y creo que nunca obtuve ni obtendré respuesta. Supongo que es de esas preguntas difíciles de contestar y más aún de contestarse a uno mismo. Creo que nos vamos haciendo quienes somos en base a las decisiones que tomamos, aquello en lo que sentimos, aquellos con quienes somos y no solo estamos. Es cierto que a veces son necesarias las odiadas "etiquetas", pero qué pasa cuando tú mismo no te identificas con ninguna o, simplemente, no encajas en ellas. La riqueza está en la variedad (o eso dicen), así que encajemos o no, somos parte de esto, de una variedad más allá de lo que nuestros propios ojos ven.

A veces me gustaría que se rompieran un poco los estereotipos, aunque creo que es algo muy complicado de lograr ya que todos, consciente o inconscientemente, los tenemos en mayor o menor medida. Durante gran parte de mi vida he sido partícipe de los estereotipos que sobre mí caían, pero no negaré haber podido llegar a ser dañina con estereotipos sobre los demás. Me han abierto los ojos, me han enseñado a apreciar la realidad y lo bueno o bonito que hay en cada uno de nosotros, pero también lo malo y, contra todo pronóstico, lo malo de las personas me ha hecho llegar a apreciar todavía más a algunas de ellas. Necesitamos ser conscientes de nuestra realidad, de que no somos ni de lejos perfectos, somos personas sin más y sin necesidad de compararnos con nadie, aunque esto a veces nos resulte inconcebible. 

Entre las personas que más me hacen ser quien soy he de destacar a aquellos que me hacen reír, porque nunca, nunca, nunca me siento más yo que en esos momentos. Obviamente tengo momentos malos, como todos, pero hace tiempo que lucho por esconderlos y aprender a enfrentarlos yo sola (es obvio que soy un desastre y que no lo consigo, pero hombre, la intención está ahí); prefiero que se vea una versión más alegre de mí y es que nunca sabes qué estará pasando la persona que tienes delante para estar o no feliz. Estos últimos meses he encontrado más motivos para reír que para no hacerlo y he de dar las gracias a esas personas que han estado ahí, poniendo orden (o intentándolo) a ese desorden de sentimientos que se unía en mi cabeza. 

Sigo sin saber quién soy a ciencia cierta y creo, como ya dije antes, que nunca lo sabré, pero también poco a poco puedo ir descartando quién no soy y, sobre todo, con quién no soy. Sigo siendo ese desastre del principio, aunque quizás con ideas algo más claras dentro del desorden. Sigo siendo yo y, sin embargo, no soy nadie para decidirlo.