8 de diciembre de 2016

Cambio (y corto).



Hay caídas que dan más miedo que la altura desde la que se cae, por su velocidad, por el tiempo, por lo que conlleva. Tan pronto estás en la cima como por los suelos. Tan pronto ríes como lloras. Caídas, caídas desde una montaña rusa de emociones que pasa de 0 a 100 en apenas segundos.
Estoy cansada de caer, levantarme, caer, levantarme… Y así una infinidad de veces. Dicen que de las caídas se aprende, pero el daño a veces es más fuerte que la lección y, en estos casos de poco sirve levantarse si la herida no se cura. Estoy vestida de cicatrices y parches emocionales, llena de vacíos y sorda de silencios. A veces pienso que sería mejor caer, que del suelo uno no pasa, pero verlo todo plano me recuerda a aquellos que dijeron que el mundo es plano y yo quiero un mundo de curvas en las que perderme. Las alturas me acojonan, pero siempre que puedo me subo a los árboles a rememorar la infancia y a dejar que el tiempo pase sin que las cosas me alcancen. 

Sé que la vida no es solo estar en la cima, que el fondo también se toca, que la vida es una mezcla de “ahora arriba, luego abajo” constante, pero por una vez me gustaría ver que hay días en los que la montaña rusa se para y entonces la dejan arriba (o abajo, eso ya por gustos).

He perdido a gente en las caídas, pero he ganado a otras y, con ellas, la vida. Han aparecido personas que me entendían, que no veían solo la cara de la moneda sino que también la cruz; personas a las que no les ha importado luchar por mí cuando ni yo misma lo intentaba. 



Ahora es mi turno, quiero luchar por mí misma, pero esta vez sabiendo que las cosas no siempre van a salir como esperaba, que el esfuerzo no tiene siempre su recompensa aunque se empeñen en hacernos creer que sí; quiero romper la barrera de los estereotipos y dejar claro que sí, que no soy capaz de todo, pero nunca sabré si puedo si no lo intento; quiero entender qué ve la gente en mí como para creer cuando yo solo veo las cenizas de algo que en algún momento ardió y que no va a resurgir; quiero escuchar las críticas y aprender de ellas, no negarlas, porque nadie es perfecto y si cayéndome no aprendo habrá que hacerlo en algún momento; quiero… al final todo se resume en querer y qué, ¿ofrecer?
Ofrezco luchar por lo que creo, estar para quien quiero y hacer que el caer no sea tan malo si es de la mano, ofrezco la estabilidad y el cariño que busco, porque yo no soy yo sin ti, sin vosotros.

Vamos a intentarlo, vamos a hacer de nuestras vidas una montaña rusa que se para cuando andamos de la mano, vamos a romper con todo y recrearlo, vamos a cambiar el término, a hacer el esfuerzo de cambiarlo y demostrar que somos quienes quisimos ser, que no vamos a guiarnos por el mismo carril en el que otros tantos descarrilaron, sino que escribiremos letra a letra, adoquín a adoquín, el camino del cambio.